Artículos de psicologia, Textos de mi autoría
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Habitando las relaciones

Por Marcela Campos

Lo que puede el sentimiento no lo ha podido el saber, 
ni el mas claro proceder ni el mas ancho pensamiento, 
todo lo cambia el momento colmado condescendiente, nos aleja dulcemente de rencores y violencias, 
solo el amor con su ciencia nos vuelve tan inocentes”            

 Violeta Parra

Llevo un tiempo queriendo escribir sobre el amor, el dolor y la amistad, tres conceptos que se enredan entre si, como el musguito en la piedra como dice Violeta Parra en su canción volver a los 17, y aunque no volvería a los 17, (no porque no hayan sido fantásticos, si no porque ya los he vivido y este cuerpo ochentero esta expectante de vivir nuevas etapas) es maravilloso saber que las amigas con las que crecí en mi época escolar desde los 5 hasta los 17 años, aun siguen siendo grandes amigas de aventuras, sueños y pesares.

Este artículo va dedicado a ellas, a mis buenas amigas, a esas mujeres luchadoras, románticas, divertidas, intrépidas y soñadoras que han inspirado reflexiones, bailes y senderos que ayudan a aliviar el alma.

Así que aquí estoy, sentada frente al enorme ventanal de mi salón, habitándome y sintiéndome desde la mujer que soy ahora, recordándolas y enlazando en mi mente la sutil manera en la que la grandiosidad de la amistad se fusiona con el poder del amor para contener el dolor.

Y es que de la misma forma en que los pájaros no caen de un árbol mientras duermen por su sofisticado sistema de tendones en las patas, los seres humanos no se caen en el fondo de la soledad debido al sofisticado sistema de construcción de redes de apoyo que van construyendo a lo largo de la vida.

El paso del tiempo deja marcas en casi todo lo que hay sobre el universo, marcas de aprendizaje, marcas de dolor, marcas, marcas y marcas, las marcas son aquello que nos recuerda momentos vividos. El paso del tiempo también puede (entre otras cosas) solidificar los vínculos, hacerlos mas íntimos, mas profundos, mas estables, mas maduros, mas conscientes, y aunque también puede hacer todo lo contrario, hoy hago mención a situaciones en las que los vínculos de amistad se estrechan con el transcurrir de los años. Considero que algo fundamental en esta existencia es cuidar los vínculos, mimar y confrontar cuando sea necesario a aquellos que queremos, reconocer todo aquello que nos aportan y darle el valor correspondiente a las relaciones relevantes de nuestra vida, tanto a aquellas que no están presentes como aquellas que aun permanecen. Somos seres en relación!

Los placeres compartidos, la complicidad encontrada, el cuidado mutuo, la comprensión profunda, el alfabeto inventado, la identificación, el cariño por lo vivido, el interés genuino por el bienestar del otro, el apoyo en la distancia, la admiración por lo que nos hemos convertido, las ganas de darnos un abrazo de esos que acompañan el alma, y tomar unas cervezas juntas hacen que esas mujeres, y los mas de 20 años de amistad se conviertan en una de las cosas mas preciadas de mi existencia, ellas son una maravillosa marca de mi experiencia.

Al igual que no podemos hacernos cosquillas a nosotros mismos porque nuestro cerebro produce predicciones precisas de los movimientos de nuestro cuerpo, tampoco podemos darnos a nosotros mismos ese placer que nos produce un momento de complicidad intensa en una relación. Y así, en ese placer de la complicidad y con el paso del tiempo se va fraguando algo, como canta Violeta, “se va enredando, enredando, como en el muro, la yedra y va brotando brotando, como el musguito en la piedra” una amistad que apoya, divierte, entiende, contiene y enseña, una relación que a mi me encanta habitar.

 

 

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